Cada 22 de noviembre se celebra el Día Internacional de las personas que hacen música en honor a Santa Cecilia, la patrona de los músicos, cuya relación con este arte se remonta a la Edad Media. En América Latina, Brasil fue el primer país en adoptar esta celebración, reconociendo a los creadores, intérpretes y difusores de la música desde hace más de cien años. Hoy quiero invitarte a reflexionar sobre cómo la música nos toca profundamente y, de tantas maneras, moldea nuestra humanidad. Crecí en un hogar donde la música siempre estuvo presente, como una invitada no oficial en las fiestas y reuniones familiares. Inevitablemente, mis padres y sus amigos, o mis hermanos mayores, llenaban las noches de vida. Recuerdo colarme en la pista de baile a las 3 de la mañana, siendo apenas un niño, para bailar con los adultos. Desde entonces, la pista de baile ha sido un lugar de libertad y conexión, un espacio donde los cuerpos se sincronizan con la música y las emociones se liberan. Antes de graduarme del colegio, di mis primeros pasos en el mundo de la música con un emprendimiento que cambió mi vida: FORCE The Music, una miniteca que monte con mis mejores amigos en Manizales. Organizábamos fiestas de 15, bodas y eventos durante las ferias de la ciudad. Aunque no siempre fue fácil — como lidiar con borrachos celosos — , esas primeras experiencias me enseñaron algo muy importante: quienes tenemos el privilegio de ser “maestros de ceremonias” o DJs ocupamos una posición casi sagrada. Nuestra responsabilidad va mucho más allá de poner canciones; creamos espacios donde las personas pueden celebrar, conectar y sanar. La música, ante todo, es una tecnología social. Nos ha acompañado, desde tiempos inmemoriales, en los momentos más importantes de nuestras vidas. Bailar alrededor del fuego nos conecta con los demás, nos ayudaba a procesar emociones, sanar heridas y encontrar sentido en lo colectivo. A lo largo de la historia, la música potencia el celebrar, el llorar, el resistir y poder de transformar. Desde el primer latido en el vientre hasta nuestra despedida final, la música es un hilo que atraviesa cada etapa de nuestras vidas. La música me ha llevado por las calles y me ha presentado a personas que nunca habría conocido si hubiera seguido la inercia de mi entorno natal. Caminar por Kingston, La Habana, Kampala, Bogotá, Medellín, Nueva York, São Paulo y tantas otras ciudades de la mano de músicos y DJs ha sido un privilegio. He visto cómo el poder del sonido sincroniza nuestros corazones y sana nuestras almas. Hoy, en el Día Internacional de las personas que hacen música, quiero agradecer a todos aquellos que dedican sus vidas a crear, compartir y amplificar esta energía vital. A los músicos, DJs, productores y amantes de la música: gracias por recordarnos que bailar juntos es la mejor medicina que tenemos. Mi invitación es simple: hoy, tómate un momento para celebrar la música y a quienes la hacen posible. Baila, canta, publica un playlist, compra la música o merch de tu artista favorito, o simplemente da las gracias por esa canción que cambió tu vida. Somos parte de la onda expansiva de ese amor colectivo que surge cuando bailamos juntos. |